Este fin de semana hemos traído de Munich a Benedikta Deym-Soden para que enseñase los rudimentos de la mediación en la quinta y penúltima sesión del segundo módulo de la formación en Desarrollo de Organizaciones y Sistemas con enfoque Gestalt – Sistémico.
Este segundo módulo tiene como objetivo que los alumnos aprendan a ser eficaces y eficientes a la hora de introducir cambios en las organizaciones y sistemas en los que intervienen, sea como ejecutivos, como directores de proyecto, como consultores (internos o externos) o como agentes de cambio social.
Durante las tres primeras sesiones he dirigido todos mis esfuerzos para conseguir que este grupo de alumnos tuviera la experiencia de trabajar juntos estando intensamente enfocados en la tarea y simultáneamente en profundo contacto con su común humanidad.
La experiencia de trabajar así transformó profundamente mi motivación y me indicó, a mediados de los 90, la dirección que mi trabajo de consultor tomaría. Desde entonces he visto una y otra vez cómo esta experiencia transforma a las personas, que a partir de ese momento la convierten en parte integral de su trabajo, intentando recrearla sea el que sea el ámbito en el que desempeñan su labor profesional.
Durante las tres primeras sesiones con este grupo he frenado mis impulsos y sus peticiones de enseñarles métodos y herramientas. He centrado todas mis intervenciones con un sólo fin: que los alumnos vivieran esta experiencia. Mi convencimiento, basado en la experiencia, es que los métodos y herramientas se convierten en meros instrumentos y manipulaciones en manos de profesionales que carecen de confianza en que las personas llegarán a los mejores resultados posibles si se les deja. Esta confianza no se desarrolla más que de una forma: siendo arte y parte de un colectivo en el que se trabaje intensamente enfocados en la tarea y simultáneamente en profundo contacto con la común humanidad.
Este momento mágico se produjo en este grupo a finales de la tercera sesión en abril de este año. La cuarta sesión se centró en que los alumnos se entrenasen en hacer intervenciones que contribuyeran a que este clima de trabajo se afianzase y se convirtiese en una cultura organizacional utilizando, ya sí, las herramientas y métodos que enseño, y otras que ellos puedan haber adquirido en otros sitios. Esta sesión fue para ellos una profundización de la experiencia de que ellos mismos eran capaces de llegar a los mejores resultados sin intervención de ningún jefe ni profesor, en este caso yo.
Pero no todo puede ser agua de rositas. Lo alumnos se están entrenando en ser agentes de cambio, y por lo tanto han de saber de conflictos y su resolución. No hay cambio sin conflicto ni resolución de conflicto sin cambio. Por eso trajimos a Benedikta Deym-Soden.
Es una maravilla verla trabajar y ver cómo su arte va llevando a las personas a entender visceral-, emocional-, intelectual- y espiritualmente la naturaleza del cambio y del conflicto. Cómo consigue, con su actitud, métodos y técnicas, no sólo enseñar a mediar en conflictos en organizaciones, sino también a despertar la esperanza en el ánimo de personas profundamente afectadas por conflictos sistémicos prolongados y dramáticos como el de Sudáfrica o el de España, el país Vasco, Cataluña, la memoria histórica, …
Por mi parte, se han cerrado varios ciclos, y probablemente abierto otros que aún no acierto a discernir.
En 1997, la primera vez que vine a Cataluña, subí a Montserrat con Benedikta. Allí tuve la experiencia espiritual más fuerte que he tenido nunca. No religiosa. Tampoco mística. Fue simplemente la primera vez que me paré a escuchar la voz de mi vocación en vez de buscarla con denuedo fuera de mí. Y lo que mi vocación me decía era que mi trabajo consistía en la práctica de la paz. Algunos años más tarde leí con avidez y maravillado el libro de Harrison Owen con el mismo nombre. Allí en Montserrat decidimos Benedikta y yo que algún día trabajaríamos juntos por la Paz. Y aquí estábamos este fin de semana, 13 años más tarde, al pie de Montserrat, ella trabajando y yo traduciéndola.
Cuando cae en mis manos el diario publicado de alguien, suelo mirar lo que escribieron el día que yo nací. Una de las entradas que más impacto han tenido en mí fue lo que Dag Hammarskjöld, «Mr. H.» secretario General de la Naciones Unidas en los 50, escribió en su diario ese día: “ Reconocerás la vida y serás reconocido por ella a la medida de tu transparencia – es decir, según tu capacidad de desaparecer como fin y permanecer como simple medio”. Desde que leí la frase por primera vez (en sueco) la he usado para guiarme en mi trabajo con mi estilo de liderazgo. La historia de cómo cayó en mis manos un facsímil de la única versión en castellano que existe de ese diario (“Marcas en el Camino, diario íntimo de Mr H”. Seix-Barral, Barcelona 1965) tiene también que ver con los ciclos que se cierran o abren con el taller de Benedikta el fin de semana pasado.
Estaba yo trabajando en Nicaragua preparando un proceso participativo con el equipo directivo de una organización europea. Poco antes de que yo llegase había celebrado Suecia sus 200 años de Paz con una recepción en la embajada en Managua. La embajadora Eva Zetterberg quiso hacer un regalo a los asistentes, y se le ocurrió una copia del diario de Dag Hammarskjöld. En varias ocasiones escribió a Seix- Barral para pedirles ejemplares, pero nunca recibió respuesta. Cuando faltaban pocos días para la recepción pidió a una imprenta en Managua que le hicieran una edición facsímil pirata. Antes de la recepción se enteró el ministerio de exteriores sueco, prohibió la distribución y ordenó la quema de la tirada. La embajadora se quedó con algún ejemplar como recuerdo personal. Cuando nos conocimos conversamos sobre nuestras motivaciones. Al oírme hablar de mi vocación de la práctica de la paz me regaló el último que le quedaba.
El fin de semana pasado, al hacer de traductor a Benedikta, tuve la oportunidad de entrenarme en ser medio y no fin. Me gustó la experiencia, aunque a priori creí que me iba a resultar difícil soltar el control e un grupo con el que he trabajado casi un año, y ser simplemente medio de Benedikta. Es prueba de que el trabajo de todos estos años no ha sido en vano.
No discierno nítidamente los ciclos que se abren, pero sí intuyo que la etapa que se abre tiene que ver con presentarme aún más transparentemente como un consultor que trabaja enfocado a la tarea que cada proyecto requiera, abriendo espacios en los que las personas puedan ser plenamente humanas. Lo que es lo mismo, un consultor cuya misión es practicar la paz en su día a día.
Me he dado cuenta de que desde que me vine a España hace dos años me ha dado miedo hablar abiertamente de la práctica de la paz. Va siendo hora de recuperarla como valor central de la marca Moliní, aunque sea con miedo.
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