Sobre el debate y el diálogo
Me encanta el diálogo en el que cada persona comparte sus experiencias. Me encanta el diálogo en el que nadie tiene que defender sus posiciones ni nadie emite opiniones sobre las de los demás. Me encanta el diálogo en el que se puede discernir la emergencia de una realidad común, si esta es posible, que incluya las experiencias y opiniones de todos los dialogantes. También me encanta el diálogo en el que, si no es posible construir una realidad común, simplemente se constata el hecho sin ningún intento de convencer a nadie de nada.
Este es uno de piedras angulares en mi trabajo y una de la bases en las que se asienta el éxito de mis intervenciones en las organizaciones de mis clientes. En un plano existencial es consecuencia de mi vocación, que en ocasiones me he atrevido a nombrar pretenciosamente “la Práctica de la Paz”. Es una forma denominar mi vocación que aún me queda grande, pero en ello estoy.
Me incomoda profundamente el debate, forma esta de conversar en el que las personas definen sus propias posiciones en contraposición a las de otros. Me incomoda el debate en el que se intenta desmontar el discurso del otro y cada uno ha de defender el suyo. Me incomoda el debate cuyas únicas salidas posibles son el desacuerdo o el consenso, la retirada dolida o la sensación de victoria.
La única forma que hasta ahora he encontrado de darme cuenta de si estoy entrando en diálogo o en debate es escuchar lo que me dicen las vísceras: ¿me preparo a la defensa o estoy abierto? Y hace tiempo que decidí que, si mis vísceras se preparan para la defensa, mejor no entrar en debate.
Este es el criterio que sigo para decidir si respondo a los comentarios que se hacen a mis entradas en este blog.
Lamento profundamente que mi elección al respecto le moleste a algunos de los que me han comentado. Me duele especialmente que @arey Amalio Rey y @odilas María Salido me critiquen por mi elección, crítica de la que han dejado constancia en sus comentarios a esta entrada y a esta otra. Son dos personas a las que tengo mucho respeto y que, cada una en su blog, comparten brillantemente sus experiencias, inquietudes y opiniones. Me deleita leerlas y seguiré haciéndolo en el futuro. Aún más me duele que @odilas le moleste tanto mi elección que llegue a recomendarme que cierre el blog ya que no quiero entrar en conversación. Reconozco su derecho, y el de cualquiera, a elegir el modo en el que entran en conversación unos con otros. A unos les va el debate y a otros el diálogo. Yo también tengo el derecho a elegir los términos en los que entablo conversación. Decir que no quiero entablar conversaciones es una descripción de mi actitud que no comparto.
Y no, no quiero entrar en un debate sobre la distinción que hago entre diálogo y debate. Es la mía y la que me sirve. Cualquier otra persona puede usar los términos como mejor le venga.