La red de silencio y la de las conversaciones

por Eugenio Moliní

Flatruet, Laponia (Julio 2007)

Siempre me ha gustado las propuestas de Humberto Maturana. Hace ya diez años que lo estudié, pero algunas de sus ideas han brillado nítidamente en mi mente durante todo este tiempo. También han sido una fuente de inspiración las propuestas sobre la naturaleza de la red de David Weinberger, uno de los que escribieron el Cluetrain Manifesto. Durante mi retiro se me fueron ocurriendo algunas nuevas formas de conectar estas ideas entre sí y con mi experiencia de silencio. No creo que sea nada nuevo, pero como ya eh dicho en otro sitio, soy de los que les gusta reinventar la rueda.

Creo recordar que una idea básica de Maturana es que cada persona crea su propio Universo a partir de su Universo interior. Lo que hace posible la convivencia es la aceptación de que los Universos de las demás personas tienen el mismo carácter de realidad que el propio. Esta aceptación se traduce operativamente en conversaciones entre personas que, cada una desde su propio universo, muestra curiosidad por el Universo del otro. Así emerge el Multiverso complejo en el que vivimos juntos. A esta actitud de aceptación y el acto de conversar lo llama Maturana amor

En su libro «Small pieces loosely joined» (2002), Weinberger llega por otros caminos a conclusiones similares a Maturana. La red existe solamente en la medida en la que personas elijan conectarse unas con otras en conversaciones. Las conversaciones son expresión de amor. A través del amor devenimos en plenamente humanos. La red es donde devenimos en plenamente humanos. Cualquier intento de control no sólo mata a la red sino que nos deshumaniza.

Inicialmente podría parecer que estas ideas no tendrían relevancia para mi práctica profesional como consultor especializado en redes 1.0. Pero sí que las tiene ya que mi trabajo consiste en diseñar y facilitar procesos participativos que hagan posible nuevas conversaciones entre los actores del ecosistema de operaciones de una organización o empresa.

Trabajo casi siempre con organizaciones u empresas más o menos jerárquicas que por defecto organizan, restringen y controlan las conversaciones para reducir la complejidad. La mayoría de mis clientes jerárquicos entienden que su reacción por defecto tiene efectos negativos en las personas y en la capacidad de la organización de operar en la realidad compleja del Multiverso. Para mitigarlos han de suspender, por lo menos temporalmente, las leyes de las conversaciones en jerarquía para permitir que sucedan las conversaciones en red.

El objetivo de las conversaciones en red puede ser resolver un problema (tarea de grado 1), mejorar (tarea de grado 2), cambiar (tarea de grado 3) o transformar (tarea de grado 4). Pero el efecto que las conversaciones en red tienen en las personas y en las organizaciones es siempre transformador. Conversando sobre la tarea común expresamos también nuestro amor por nuestra humanidad común. Una organización que permite esto, porque no se trata de otra cosa más que dejar de interferir, podrá operar mucho más eficazmente en la complejidad del Multiverso.

En el plano personal, devengo plenamente humano en conversación con otros, pero también retirándome al silencio. Por lo menos esa es mi experiencia que se ha visto plenamente confirmada en mi último retiro. Permitiendo extrapolar mi experiencia, me pregunto si habría un mercado para un diseñador, gestor y facilitador de silencios fértiles en empresas y organizaciones, y no solamente de conversaciones fértiles como he sido hasta ahora.

Es la paradoja, de la que hablamos Amalio Rey y yo en Girona, entre el palique fértil y el silencio fértil: para tener algo que decir he de retirarme y para decirlo he de conectarme.